Una entrevista de kike Infame.
La gastronomía y el cómic viven un momento de dulce comunión. Es algo que
sabe bien Javirroyo que, desde hace años, tiene un vínculo especial con
ambas disciplinas. Repasamos su trayectoria en cómic y cocina (con muchos
más ingredientes).
La cocina es protagonista en tu obra. ¿Cómo nace la relación con la
gastronomía?
Nace como nacen casi todas las cosas importantes: comiendo. Hay dos formas
en el mundo de hablar de la vida: a través del humor y a través de la comida. Y
si las juntas, es lo mejor que te puede pasar. Además, crecí, como muchos, en
un entorno donde la cocina era el centro de reunión de gente muy diferente, así
que no era difícil que acabara dibujando sobre y entre pucheros.
Ha cambiado mucho el mundo del cómic desde aquella Cebolla Asesina.
¿Cómo recuerdas aquella época de los fanzines, de La Comictiva, cuando
la novela gráfica no era siquiera un sueño?
La recuerdo como una época de ingenuidad, libertad y muchas fotocopias en
blanco y negro. Hacíamos cómic casi sin saber que eso podía convertirse en
una profesión. Era punk, era DIY a la fuerza jaja, era ilusión pura. Y sí, no
existía la «novela gráfica», ni las becas, ni las redes. Existía el bar y las ganas
de dar a conocer tus cómics.
Eres un caso singular porque mezclas cómic, diseño e ilustración de un
modo diferente, de una manera transversal.
Sí, supongo que soy transversal porque nunca me gustó quedarme quieto en
una sola casilla. Me gusta mezclar, yo estudié diseño gráfico, pero he dibujado
desde siempre. Ilustraciones, gráfica y humor son muy combinables. A mí me
mola hacerlo.

El público al que te diriges se sale también del o la lectora habitual, algo
cada vez más común.
Totalmente. Nunca pensé en un público “de cómic” porque yo tampoco me
consideraba solo autor de cómic. Así que me encuentro con lectores y lectoras
que buscan disfrutar, pasarlo bien con un cómic entre las manos, con humor y
alegría. No hay carnet de lector, hay curiosidad.
La conexión con David de Jorge ha hecho que tu trabajo crezca en
nuevas direcciones.
Sí, David es la bomba. Desde que nos conocimos conectamos muy bien
porque venimos de momentos y mundos parecidos. Nuestros padres eran
comilones y anfitriones, nos regalaban cómics que devorábamos, y crecimos
con el underground de aquí y allá,» el Víbora», Nazario, «Makoki» de Gallardo y
Mediavilla. Todo eso te une mucho. Además, nos flipa comer a los dos. Con él
descubrí una forma muy personal de mezclar el humor con la cocina y que un
libro de recetas no tiene por qué ser aburrido ni solemne. Que te puedes
descojonar de todo. Además, cocinar y reírse a la vez es un planazo.

Junto a él realizas el libro Martín Berasategui y David de Jorge en el que
mezclas el libro de recetas con la biografía ilustrada de los dos cocineros.
¿Cómo nace la obra?
Nace en una visita de David a Barcelona, él conocía «la cebolla asesina» y yo
llevaba un tiempo sin publicar. Me dijo, agarra unos cómics de la cebolla y
vamos a ver a mi editor (Miguel Aguilar, de Debate). De esa reunión salimos
con el encargo bajo el brazo y nos fuimos a comer. Y así salió: un híbrido entre
biografía, recetario y tebeo.
¿Fue complicada su realización?
Complicada no, intensa. Viaje bastante a Lasarte al restaurante de Martín.
Había que organizar mucho material, pero al final la complicidad con ellos lo
hizo fácil. Además, tuve la inmensa suerte de comer en la mesa que usan para
probar los platos dentro de la cocina. Un sueño: estar probando platos con uno
de los mejores cocineros del mundo. Fue increíble.

Continúa la colaboración con un libro dedicado a la tortilla de patatas.
Sí, porque Miguel Aguilar (el editor) se puso intenso en una comida y nos lanzó
la idea. Y nos flipó.
En el libro se incluye un mapa de España indicando el modo en el que se
come la tortilla, de más a menos cuajada.
Si, es curioso que en el norte húmedo se come babosa, y cuanto más al sur
vas, más seca y gorda se hace. Es un buen resumen de la diversidad que
vivimos.
Continúas con tu compromiso con la buena mesa con un libro dedicado a
los cocktails realizado con Camper.
Sí, Camper quería hacer un libro con su Coctelería Dos billares como escenario
y Archie, el Coctelero de protagonista. Fue un libro divertido con los grandes
cocteles como fondo.

Las editoriales en las que te mueves se salen también del circuito del
cómic.
Bueno, Lumen en su colección Lumen Gráfica publica novela gráfica a María
Hesse, Agustina Guerrero, Ilu Ros, y otras autoras muy interesantes. Me gusta
estar en ese equipo. Es cierto que está entre la ilustración y el cómic, un ámbito
más experimental y sugerente que los cómics tradicionales.
Después de un tiempo volvéis a colaborar con un libro de recetas infantil,
Martintxo te enseña a cocinar, destinado a los y las más pequeñas de la
casa. ¿Cómo nace la colaboración?
Nace de la idea de que la cocina es un juego y que los niños se pueden
acercar a ella de forma natural, divertida. De huir de un panorama editorial
infantil donde todo el mundo parece tener miedo a tratar las cosas con
irreverencia y de forma divertida. Hay muchos libros de cocina para niños
muuuuuuuy aburridos.
¿Ha ido cambiando el modo de trabajo con el tiempo?
Claro, al principio todo era más improvisado. Ahora hay más experiencia, más
método, pero siempre dejo espacio para la improvisación, que es donde salen
las ideas diferentes y las cosas más vivas.
¿Habéis probado las recetas en casa?
Sí, algunas. Y sobrevivimos.
El color lo realiza Lola Royo.
Sí, mi hija. Trabajar con ella es un lujo porque además de tener un criterio del
color increíble (es artista de formación, tatuadora y pintora), sabe cuándo
decirme que me estoy flipando con el color. Es lo que tiene tener un padre
daltónico.
Una parte muy relevante de tu trabajo es la formación. Condensas tus
experiencias en un libro «Dibujo, luego pienso» en el que invitas a
desarrollar su creatividad a gente que no está habituada a dibujar.
Sí, porque creo que dibujar no es cosa de artistas, es cosa de humanos. Igual
que hablar o caminar. Lo que pasa es que nos han convencido de que solo vale
si lo haces “bien”. Yo reivindico el dibujo como herramienta de pensar, de sentir,
de conectar.
Realizas formaciones para adultos, tanto para profesionales del sector
como para la gente que en algún momento dejó de dibujar. ¿Es difícil
recuperar el espíritu de dibujar sin expectativas para unos y otros?
Difícil no, pero da vértigo. La gente adulta carga con mucha censura interior. El
truco está en desactivar ese miedo. Una vez que dibujas sin pensar en si
quedará “bonito”, ya está: has vuelto a ser libre.
Próximamente darás un Máster en Kunsthal (Bilbao) en el que mostrarás
tu experiencia junto a grandes nombres de la ilustración.
Sí, y lo afronto con mucha ilusión. Tengo un equipazo increíble que va desde
Malika Favre, a Elisabeth Pérez Fernández, Higi Vandis, Raisa Álava a Javi
Jaén o el director de arte de «El País», Diego Areso. Enseñar y aprender a la vez
es para mí una de las cosas más importantes, porque de mis alumnos siempre
me llevo cosas.

Como comentábamos, tu labor se diversifica en cómic, ilustración y
diseño. ¿En qué campo te encuentras más cómodo?
En el campo de en medio. Donde se mezclan todos. No me interesa estar
cómodo, me interesa estar despierto.
¿Cómo ves los nuevos retos que atraviesa el sector?
Los veo como siempre: complicados pero estimulantes. El sector del cómic e
ilustración nunca fue un camino de rosas, pero ahora hay más visibilidad, más
lectores, más cruces con otras disciplinas. Eso es una oportunidad.
¿Cómo ves la irrupción de la Inteligencia Artificial?
Creo que tal y como se ha gestionado la IA generativa es un horror, porque se
está robando a los creadores, a los ilustradores. Es un invento capitalista para
acelerar procesos, y como tal, se han pasado los derechos por el forro. Podrían perfectamente haber hecho una IA bajo el consentimiento de aquellos que
hubieran querido participar en ella cobrando royalties claro, pero esto era
mucho tiempo y repartir el botín con las creadoras. En su lugar piratearon y
listo. Aun así, en sí misma, la IA es una oportunidad, creo que ya existen IAs
personalizables que puedes tener offline y entrenarla con tus propios dibujos.
¿Cuál es tu comida favorita?
La tortilla de patatas. Y sí, con cebolla. O unos huevos fritos. El huevo es lo
mejor del mundo.
¿Proyectos?
Seguir dibujando, seguir comiendo, seguir enseñando. Y en medio, algún libro
nuevo, algún viaje y alguna sorpresa que todavía no puedo contar.


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